Las antiguas culturas sudamericanas veneraban el cacao como el fruto sagrado de los dioses. Sus compuestos únicos ayudan al cuerpo, al sistema nervioso y a los receptores emocionales y mentales a relajarse y abrirse a una conciencia más amplia del yo. Este estado de concentración se mantiene durante más tiempo de lo habitual, lo que nos ayuda a participar en un proceso interior profundo.
Aunque no hay nada psicodélico ni extremo en una experiencia de cacao, aumenta la alegría natural dentro de nosotros y abre nuestro corazón a una comunicación más amorosa con nosotros mismos y las personas que nos rodean.
La primera etapa de un "colocón" de cacao es un flujo de endorfinas (hormonas naturales que alivian el dolor y tienen un efecto positivo en nuestro estado de ánimo) secretadas en el cerebro, llenando el cuerpo de energía junto con una sensación de euforia y levitación. Luego, el cuerpo descompone el magnesio presente en el cacao, lo que ayuda a relajar los músculos y el sistema nervioso.